Publicidad Noticia Top

Turismo (no) transfriendly: cuando viajar te puede llevar a la cárcel… o algo peor

Tenemos normalizado que viajar es algo atravesado por nuestra condición económica y cargas familiares, pero tendemos a olvidar que, muchas veces, algo tan esencial como la seguridad puede verse vulnerado cuando nos desplazamos de territorio

Comunidad Benjamín Santiago Montiel
Mapa de los derechos trans.
Comunidad Benjamín Santiago Montiel

Viajar no es para todo el mundo. La primera vez que lo pensé fue cuando estaba en tercero de carrera y tenía la posibilidad de hacer un Erasmus+. Tener la experiencia universitaria por excelencia. Lo eché, me dieron un destino y nunca lo acepté. Cumplía con los requisitos de idioma, me habrían dado una beca y nada me impedía hacerlo. Pero mi DNI tenía otro nombre y otra letra distinta, era un documento que no reflejaba mi identidad de género. Estaría en otro país y me llamarían por otro nombre. 

Budapest es, según portales como Uniscopio, uno de los 10 mejores destinos Erasmus. Una ciudad que no duerme, preciosa, barata. Eso es lo que dicen las páginas que la recomiendan. No dicen que, según el último Mapa de Derechos Trans de Transgender Europe (2025), Hungría es uno de los países que prohíbe el reconocimiento legal de género. Tampoco dicen que no existen protocolos para proteger la identidad del estudiantado trans de universidades españolas cuando se va de Erasmus+. Otros destinos como Italia, Polonia, Suecia, y un largo etcétera, tienen requisitos médicos abusivos. 

Dejé pasar el plazo para aceptar el destino de Suecia, que es el que me tocó, y nunca volví a meterme en ese trámite. Seguramente lo acabó cogiendo alguna persona que no tuviese que pensar en cómo se le llamaría en un país extranjero. Yo lo pienso mucho. Incluso ahora que mi DNI tiene un nombre socialmente masculino y una letra M mayúscula en vez de una F. Ahora sí me gustaría ir a Suecia, país que, en general, no tiene mala puntuación en derechos trans. La idea de estar solo en un país que no es el tuyo suele dar vértigo, pero no tanto como la idea de estar en un país donde tu identidad es un delito. Quizá por eso no he viajado tanto fuera de España. 

Según el informe 203 Best (&Worst) Countries for Trans Rights in 2023, los peores países para las personas trans son Guyana, Malasia, Arabia Saudí y Malawi. Entre los 74 estados que ‘suspenden’ en la clasificación, hay ejemplos como Nigeria, donde es ilegal ser trans y lo persigue la policía; Uganda, donde pertenecer al colectivo LGTBIQA+ es motivo de prisión o muerte; Honduras o El Salvador, que tienen la primera y segunda mayor tasa de asesinatos a personas trans en todo el mundo, respectivamente. Una vez, una persona que conozco de Honduras me dijo que le encantaría que fuera a su país a conocerlo y ver su casa. Le dije que me encantaría. Pero sé que nunca lo haré. ¿Cómo le dices a alguien que no puedes cruzar su frontera porque es el país donde es más probable que te maten? 

Ser LGTBIQA+ es ilegal en muchos países, esto no es nuevo. Ya lo sabíamos. Es una cosa que sufre cualquier persona queer, pero en algunos casos es aún más determinante. No es lo mismo una persona cis y LBT sin pluma y con una expresión de género normativa, por ejemplo. La violencia sigue estando, como hemos visto en muchos casos. Eso es innegable. Pero también es innegable que las personas trans, en la mayoría de los casos, tenemos un cuerpo. Un cuerpo que nos delata. Un policía cacheándome en un aeropuerto es más que suficiente, no necesitan más. 

Estrategias de defensa

Las personas LGTBIQA+ hemos desarrollado muchas estrategias de defensa en lugares hostiles. Evitar coger la mano a nuestras parejas. Vestir de la forma en la que se espera que nos vistamos. Quitarnos los pendientes. Una violencia implícita que, por desgracia, está muy normalizada. Aún así, eso no quita que las agresiones se siguen dando. Pero las expresiones de género no normativas siguen estando ahí. Nuestros cuerpos no normativos siguen estando ahí. 

También me gustaría visitar Estados Unidos. Un viaje de carretera, ver el Cañón del Colorado o Yellowstone. Desde hace un par de años, la idea no ocupa espacio en mi cabeza. El Women’s Privacy Act de Texas, dice que una subdivisión política o agencia estatal debe asegurarse de que los espacios privados de varias ocupaciones, en un edificio propiedad de dicha entidad, “sea diseñado y usado solo por y para personas del mismo sexo biológico”. Luego, además, añaden que estas entidades deben actuar como sea necesario y razonable para que eso se cumpla. Por traducirlo, que si viajo a Estados Unidos tengo que utilizar el baño de mujeres y, si lo hago y se dan cuenta, habría consecuencias. 

Eso me obligaría a decidir cuál es el mal menor: ¿ir al baño de mujeres y que me expulsen violentamente porque, claro, tengo barba, voz grave y todos esos atributos socialmente considerados masculinos? ¿O ir al de hombres y, si me descubren, salir arrestado? No existe, con ese tipo de legislación, ninguna alternativa no violenta para las personas trans.  

En Montana me habría gustado visitar el Parque Nacional de los Glaciares, un entorno natural, aunque tiene frontera con Canadá. Por ahí quizá puedo salvarme. Porque si fuera por Montana, creo que mi única alternativa sería esconderme entre varios árboles para hacer mis necesidades. Porque también se han encargado de dejar claro que las personas trans no podamos utilizar los baños públicos. 

¿Cómo viajas a un país donde se te impide algo tan básico como orinar? La respuesta fácil podría ser que el Consulado de España me protegería. Es cierto. ¿Y lo de antes? Me protegería cuando ya me hayan sacado a rastras del baño, cuando me hayan gritado, cuando me hayan esposado. Cuando lo peor ya haya pasado. 

Vamos, que a la lista de sitios a los que no puedo viajar, como Guyana, Malasia, Arabia Saudí, Malawi, Emiratos Árabes Unidos, Tonga, Sudán, Omán, Nigeria, Kuwait, Gambia, Brunei, Uganda, Birmania, El Salvador, Honduras… debería sumar también Estados Unidos y, quién sabe si en algún momento no muy lejano Reino Unido. País cuyo Tribunal Supremo tuvo un retroceso de derechos trans al definir a las mujeres trans como hombres biológicos y a los hombres trans como mujeres biológicas a nivel legal.

Tenemos normalizado que viajar es algo atravesado por nuestra condición económica y cargas familiares, pero tendemos a olvidar que, muchas veces, algo tan esencial como la seguridad puede verse vulnerado cuando nos desplazamos de territorio. Y que eso termina condicionando nuestras vidas, incluyendo el tipo de ocio que tenemos y dónde. 

Y, aun así, no vivo en ninguno de esos países. Mi decepción es incomparable a lo que experiencia cualquier persona que reside en un Estado donde sus derechos no solo no son protegidos, sino que se atacan institucionalmente. 

Publicidad Encima Newsletter