Las personas trans estamos presentes en todo tipo de profesiones, lugares y espacios. Sin embargo, en el imaginario colectivo resulta extraño imaginarnos, por ejemplo, siendo la persona que te renueva el carné de la biblioteca, quien te lleva en autobús al trabajo o la que presenta un programa de televisión. Parece que solo podemos ejercer profesiones directamente relacionadas con nuestra identidad, que todo lo que hagamos lleve la etiqueta ‘trans’ por delante. Puede ser así y no tendría nada de malo. Pero una parte de la inclusión real también consiste en formar parte de la vida pública, ocupar todo tipo de espacios, y decidir libremente si queremos que se sepa (o no) que somos una persona trans.
Por esto surge la sección ‘referentes trans en…’, una serie de artículos en los que se dará visibilidad a personas trans cuyo trabajo, acciones o simplemente presencia permiten (directa o indirectamente) que otres puedan imaginarse a sí mismes en ese lugar. Porque tener referentes es clave para nuestro desarrollo personal y social, y para poder existir más allá de los cánones que se nos han impuesto.
Si hay un ámbito en el que las personas trans (y queer en general) parecemos invisibles es en las Ciencias y Tecnología. La academia ha sido habitualmente un lugar hostil para el colectivo, pero poco a poco parece que hemos ido ocupando espacios dentro de las universidades. Habitualmente en ramas más sociales y artísticas. Existe la broma recurrente de que las personas del colectivo siempre hemos sido malas con los números. Parece que, en los estereotipos, la misoginia y la LGTBIQA+fobia se dan de la mano, dejando relegadas las ciencias para los hombres cishetero y las identidades hegemónicamente cisheteromasculinas en general. Quizá por eso esta serie debe comenzar con una figura de este ámbito.
Jara Juana Bermejo Vega
Jara Juana Bermejo Vega es Doctora en Computación Cuántica por la Universidad Técnica de Múnich e investigadora Ramón y Cajal en la Universidad de Granada. En su experiencia como investigadora se incluye el Instituto Max Planck de Óptica Cuántica, el proyecto EU Horizon y la beca Ramón y Cajal, entre otros. Ser mujer y dedicarse a ese campo ya es encontrarse un muro. Pertenecer al colectivo LGTBIQA+ y dedicarse a ese campo es encontrarse otro muro. La confluencia de ambas realidades desafía a un ámbito especialmente masculinizado.
Parte de su labor divulgativa visibiliza cómo la intersección influye en la posibilidad de dedicarse a la ciencia y cómo pertenecer a diferentes minorías termina condicionando la experiencia que se vive en ese ámbito. Igual que ocurre en todos, pero tiende a ser especialmente invisible cuando se habla de la ciencia. En su último trabajo hibrida la física con el baile, explicando física cuántica mediante el pole dance, disciplina artística que practica. Logrando, así, que conceptos complejos puedan divulgarse a un público menos especializado.
¿Siempre has sabido que querías dedicarte al ámbito de la física?
Siempre he sabido que no. Yo he tenido muchas vocaciones en esta vida, la primera que tuve, que yo recuerde, fue ser granjera. Y se me quitaron las ganas cuando fui a una granja de verdad, la de mi amiga del colegio. Vi a un corderito morir y me di cuenta de que las granjas tenían una parte dura que no era la que yo había visto en la granja de Pinypon. Quise ser química, paleontóloga, biológica, veterinaria, atleta… Mi madre insistió en que eso era mala idea, insistió, insistió, insistió. Y hoy soy bailarina de pole dance. Soy atleta.
La física me dio por el interés con el cosmos, interés por las cosas que explotan. En cierto momento encontré un programa doble de física e informática. Estaba fascinada por el último Super Mario que había salido, por la física de las supernovas y las cosas que explotan. No descubrí a tiempo que hay una carrera dedicada solamente a cosas que explotan como la de efectos especiales de cine, que esa gente hace explotar cosas de verdad y les pagan. Así que me quedé esta.
¿Cómo te surge la idea de conectar la física cuántica con el pole dance?
Yo llevo en la divulgación bastante tiempo, sobre todo desde que me vine a España. Me encontré con Óscar Huertas, que organiza Desgranando Ciencia y me enganchó a divulgar. Llevo varios años haciendo charlas en el Desgranando y cosas así. Me gusta mucho divulgar, es como la interfaz perfecta entre ser drag queen y hacer ciencia. Empecé a hacer pole dance, que es un deporte que me llena muchísimo y me encanta. Un año, nos pusimos a hablar de física, Noelia Sánchez, mi ahora compañera de baile, me dijo que sí a hacer un TFG de pole dance y física. En cierto momento convocaron el Desgranando 9, un festival de divulgación en el Teatro Isabel la Católica y le dije “el Teatro Isabel la Católica necesita pole dance con física”. Mandamos una propuesta y nos la cogieron.
El pole dance es un baile con el que conecto mucho a nivel físico, de disfrutarlo mucho y también a nivel político me siento muy cómoda en el baile. Yo soy autista, tengo un perfil sensorial asimétrico y para estar bien tengo que hacer ejercicios físicos. Tengo hipersensibilidades lumínicas, al ruido, al sabor, al olor. Y también tengo hiposensibilidades internas. Tengo que hacer ejercicios, estereotipias, para estar bien. Esas cosas son cosas que no haces normalmente porque se ven mal; el pole dance es una forma muy estética y muy bonita de hacer todas a la vez de forma eficiente. Yo tengo la teoría de que este baile fue inventado por personas oprimidas, de hecho, se origina en clubes de personas racializadas, autistas, queer, travestis, trabajadoras sexuales…
Se habla habitualmente de la ciencia como entidad estanca y, sobre todo, objetiva. ¿Dirías que es cierto esto?
Hay gente que pretende que la ciencia es neutra. Si tengo una opinión fuerte, introduce un sesgo en mi forma de pensar, en mi forma de investigar. Hay mucha gente que tiene ese sesgo y que no lo puede eliminar por completo.
En medicina hay sesgos a punta pala, como que las mujeres, por ejemplo, cuando tienen un infarto no se comportan exactamente igual que los hombres. Y los protocolos de reacción a infartos están basados en los síntomas masculinos, y en muchas mujeres por eso no se les detecta un infarto. Pasa mucho en la ciencia con las mujeres trans: en el sistema sanitario, a las mujeres trans nos tratan a menudo con guías clínicas del año la polca, que no sé si serán de la época de Franco, pero prefiero no mirarlo. Endocrinas que no se han mirado 30 años de investigación, les mencionas un paper y no, dicen que no quieren.
Encima te dicen «es que yo me baso en la historia clínica». Muchas veces los médicos, no son investigadores, son clínicos. Para atender a la gente van a cómo se ha hecho esto antes en la historia clínica. También es importante tratar a la gente con protocolos que sean reproducibles y hacer más o menos lo mismo. Entonces, si tú tienes una historia clínica que históricamente oprime a alguien, sean las mujeres gitanas, las personas trans o enfermedades raras que se excluyen, y te refieres a la historia clínica, pues entonces estás discriminando aposta.
Desde que iniciaste tu carrera académica, ¿notas algún cambio o progreso en las voces visibles en el ámbito de la ciencia y, concretamente, tu campo?
El tema del género, no sé cómo ha subido la cosa en España, pero es verdad que yo creo que he visto poco cambio en general. A ver, las políticas de igualdad están haciendo efecto, eso sí es cierto. No sé decir si el número de mujeres está aumentando en España, porque no he mirado los datos. Creo que en el caso de las personas LGTB y trans que están en la ciencia ahora mismo sí que ha subido. También como que ha habido un repunte bastante alto en la sociedad.
Creo que ha habido mejoras en mi campo en visibilidad de personas queer y presencia de personas queer. Aunque yo creo que ha sido más por empuje de la sociedad que del campo. Ha sido más externo.
Porque a nivel global hemos mejorado la visibilidad e inclusión y la seguridad también de personas queer en la sociedad. Nos da menos miedo mostrarnos que antes a las mujeres trans, por ejemplo. Antes nos escondíamos y ahora salimos en la tele a veces.
Eso es un cambio bastante tocho. Y tampoco es de extrañar que eso haya mejorado la situación a varios niveles. También que haya más leyes, más progreso a nivel legal.
Lo que vienen siendo las estructuras de la ciencia per se no han cambiado tanto. La ciencia sigue siendo muy jerárquica y siento que en España está cambiando más por luchas de derechos. Por ejemplo, la lucha de derechos laborales en España sí que ha tenido avances. Como los investigadores por mejores condiciones laborales. Eso hace tener un enfoque positivo también en que mejore la diversidad, la inclusión. En lo referente a las FPU, por ejemplo, los diferentes programas de investigación de España presionan por mejores contratos, condiciones de estabilización.
Eso hace que yo esté en la ciencia. Yo me habría ido de la ciencia si no hubiera tenido una vía de estabilizarme.
Veo que tu trabajo en general lo haces mucho en comunidad. ¿Crees que eso luego influye en la labor que haces como investigadora?
A mí me pasa una cosa. Yo soy un poco rara. Y cuando no trabajo en comunidad no suelo sacar las cosas. Me cuesta mucho trabajar sola. Cuando trabajo en equipo disfruto más. La ciencia neoliberal capitalista a mí no me motiva nada. Yo puedo publicar cosas por ahí para que la gente las use, eso sí me motiva. O si tengo que hacer cosas en el trabajo, trabajar con un equipo. Crear la comunidad me interesa. Me interesa tener un equipo de personas, porque cuando yo llegué a la Universidad de Granada era la única mujer del departamento. Consiguiendo proyectos he conseguido que haya más mujeres, más personas queer. Y eso me da la felicidad en el día a día. Digamos que eso es más bien como me gusta vivir. Yo hago la ciencia así.






